Se avecinan días duros, aún más duros que los que ya
llevamos a la espalda. Días duros, como los que pasó Aníbal intentando invadir
Roma, o más bien como sus elefantes, exhaustos y sin saber muy bien de dónde vienen
las flechas. Aún peores días aguardan a los miles, cientos de miles, no sé si
millones de militantes de partidos políticos. No me refiero solo a los que
tienen el carné, que esos son unos pocos, como se ve cada vez que se embarcan
en esa casa del terror -también de la democracia- que son las primarias. Me
refiero a todos los que postulan día y noche por una facción, que se sienten
comprometidos a votarla o, si la desesperación es mucha, a abstenerse.
Para todos los militantes se avecinan unas semanas intensas,
en las que un resorte les impulsará a dar la razón a su partido y solo en
segundo lugar y si es posible, a sí mismos. Lo que en la práctica no es nada
fácil, porque cada día amanece igual, pero a la vez distinto, y lo que ayer
sonaba bien hoy chirría y molesta. Para aguantar el tirón comparto una serie de
pautas por si fueran de utilidad para las militancias, siempre complementarias
con el argumentario del propio partido, por supuesto.
- Comenzar cada frase apelando al respeto. Cada uno tiene su opinión, sí, pero dejar muy clarito que la del otro es una mamarrachada, o una ruindad, que es peor.
- Si los tuyos se equivocan, los otros también, y a lo gordo. Los tuyos meten la pata, los otros hacen cosas malas, y además siguiendo una estrategia conspiratoria internacional.
- Tu partido no podrá gobernar sin pactar, lo sabes. Da igual. En términos electorales, lo que ocurra en dos meses es ciencia ficción. Di que tu partido para cumplir sus promesas necesita la mayoría.
- Cuando no sepas qué opinar sobre un tema, busca en Twitter a algún vocero de tu partido (es fácil, a las dos entradas ya queda claro quién le paga). En pocos minutos tus tuiteros, tu emisora favorita y tu web de cabecera opinarán lo mismo, y casi con las mismas palabras.
- No importa tanto estar pendiente de los líderes de tu partido, como de las posibles meteduras de pata de los del resto. Si dicen una chorrada, o si les trabuca la lengua ante un micrófono, vídeo al canto y memes por el wasap. Si manifiestan algo coherente, tildarles de hipócritas, o de copiotas. Hagan lo que hagan, leña al manzano.
- Nunca, nunca compartas ideas ni pensamientos de nadie que no posea el “sello de autenticidad” de tu partido. Ideas buenas las puede tener cualquiera, lo importante es que vengan de uno de los nuestros.
- En algún momento alguno de nuestros líderes puede equivocarse un poquillo. En esos casos, apelar a la presunción de inocencia y a las garantías que ofrece el sistema democrático. Unos cuantos daños colaterales son inevitables. Nunca, nunca hay que reconocer un error, que es lo que esperan nuestros enemigos para avanzar en sus posiciones.
- ¿Con qué pagamos nuestras promesas? ¡Será por dinero! Sigamos prometiendo todo, ya veremos de dónde sale. En todo caso, echarles la culpa a los ricos, aunque sin concretar mucho, o a los más pobres, sobre todo si son de fuera. El victimismo siempre funciona. En general, evitar el tema de los impuestos, porque todo el mundo piensa que paga muchos; justo lo contrario que hospitales, escuelas y carreteras, que siempre parecen pocos.
- Si estás desesperado y no logras que tu partido reluzca más que el sol, apela al corazón. Vale alguna anécdota o cita de tu abuela/o de tu padre/madre. Algo así como que “siempre recuerdo una frase de mi abuelo: hay que ser sobre todo una buena persona” (se sobreentiende que solo hay buenas personas de esas en tu partido, claro está). El toque de emoción es definitivo.
- Por último, si usted cree que va por libre y sin embargo se ha sentido identificado con varios de estos puntos, es muy posible que también sea militante, aun sin saberlo. No se preocupe, no está solo, nos pasa a muchos. Pero hay que trabajar a fondo para evitar que no se convierta en una epidemia.
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