jueves, 13 de agosto de 2015

Places to see before you die

Cuando no estoy en Segovia la busco en twitter. La encuentro en las fotos de turistas que la visitan; también, "Segovia" está en mensajes de personas extrañas que, desde las Antípodas, la definen como "una ciudad de cuento". Para los que emigramos, Segovia es un lugar alejado de la rutina que nos abrimos en otra parte; nosotros regresamos a Segovia, como el escuadrón turista, los fines de semana y en vacaciones. La evocación de Segovia es para el emigrante un viaje sentimental, un viaje a la adolescencia nunca resuelta. Tan irreal como esas fotografías bonitas y con música ñoña que te llegan al correo electrónico, que repasas para pertenecer a alguna patria, aunque sea cibernética.

Sin embargo, sabes bien que Segovia no es eso. Conoces el desorden y sabes que las bellas fotos de internet son un trampantojo de los agujeros de la ciudad, recuerdas los controles invisibles que impiden que corra el aire en el casco medieval. Todo eso no aparece en las fotografías; tampoco es demasiado relevante ni admirable, ¿acaso no ocurre igual en El Cairo?

Segovia, tras una visita, puede ser un paseo a 0 grados o a 36, problemas para dejar el coche, una comida en el estómago o un llavero con el acueducto. Segovia, en la distancia, puede ser excelsa, compartir el limbo con los lagos de los fiordos noruegos, las nieves del Fujiyama, la copa de un pinsapo milenario, el Perito moreno o el universo imaginado por Tolkien. "Places to see before you die", así se llama una galería de fotos de Pinterest, en la que aparece un "Castle in the winter", el Alcázar, cubierto por una suave nieve, que parece emerger en un bosque solitario y aislado de la civilización. Estos últimos años me he topado decenas de veces con la misma fotografía, atribuida a autores diferentes, o a ninguno, como si la ventisca la hubiera volcado en internet. Fue Fernando de Antonio, un día de enero de 2009, el que la tomó, y luego ha visto cómo su imagen crecía lejos de él, en España, en América y el Cabo de Hornos; internet es salvaje, omnívoro y rápido, y muchas veces, voraz.

Fernando ha dejado volar a su Alcázar, adoptado como propio por cientos de personas que posiblemente nunca visiten Segovia, y que creen que la ciudad dormita sobre nieves eternas. Pero desean que exista ese castillo, que ya no se sabe si inspiró al que dibujó Walt Disney para la Bella Durmiente, o es el Alcázar el que cada día se disfraza para ser esa fortaleza que solo puede resistir pura dentro de los cuentos. Podemos morir sin visitar lugares -qué es el viaje sino una huida hacia delante- pero no sin sueños. Segovia es la del bochorno de agosto y también esa ciudad de cuento. A veces, de un cuento de hadas; a veces, de terror.

Foto: Fernando de Antonio.