jueves, 28 de marzo de 2019

El periódico

Viendo el periódico. Internacional, el brexit, paso deprisa. Opinión, me leo el título, el primer párrafo y el último, como de costumbre se dan la razón unos a otros. El correo del lector, humm. Nacional, el juego de la soga. Saltando con pértiga sobre los sucesos. En cultura me detengo, a ver. Las páginas de deportes las cojo con los dedos en pinza y paso directa a economía, en esas en los últimos tiempos me paro más. Televisión, tostón. La contra, según el columnista. De cuajo arranco los suplementos pagados de viajes, buen vivir, mente sana y cuerpo a tope, los mejores coles y universidades, la comunidad autónoma más sostenible... Aún así, me gusta el periódico. Qué vicio.

martes, 19 de marzo de 2019

El cartón de Ducados

Por el día del padre, le regalaba un cartón de Ducados. Jesús, el del estanco de la Calle Real, lo envolvía en un trozo de papel de colores. Yo iba de uniforme, así que tendría alrededor de diez años. Luego dejó de fumar, y además el tabaco dejó de verse como un regalo oportuno.

domingo, 17 de marzo de 2019

Pies planos

Retrato que le hizo su abuela de pequeño; solicitud de dispensa de la asignatura de gimnasia; un detalle de sus pies planos, sentado con el resto de profesores del instituto de Segovia; con compañeros y alumnos del centro; en el mitin republicano en el Teatro Juan Bravo, un texto clarificador sobre su compromiso con la democracia, y una foto de sus últimos años en Segovia. De la exposición "Antonio Machado en el Archivo General de la Administracion", en las salas de la Alhóndiga, SG.








jueves, 14 de marzo de 2019

Manual del militante


Se avecinan días duros, aún más duros que los que ya llevamos a la espalda. Días duros, como los que pasó Aníbal intentando invadir Roma, o más bien como sus elefantes, exhaustos y sin saber muy bien de dónde vienen las flechas. Aún peores días aguardan a los miles, cientos de miles, no sé si millones de militantes de partidos políticos. No me refiero solo a los que tienen el carné, que esos son unos pocos, como se ve cada vez que se embarcan en esa casa del terror -también de la democracia- que son las primarias. Me refiero a todos los que postulan día y noche por una facción, que se sienten comprometidos a votarla o, si la desesperación es mucha, a abstenerse.

Para todos los militantes se avecinan unas semanas intensas, en las que un resorte les impulsará a dar la razón a su partido y solo en segundo lugar y si es posible, a sí mismos. Lo que en la práctica no es nada fácil, porque cada día amanece igual, pero a la vez distinto, y lo que ayer sonaba bien hoy chirría y molesta. Para aguantar el tirón comparto una serie de pautas por si fueran de utilidad para las militancias, siempre complementarias con el argumentario del propio partido, por supuesto. 
  1. Comenzar cada frase apelando al respeto. Cada uno tiene su opinión, sí, pero dejar muy clarito que la del otro es una mamarrachada, o una ruindad, que es peor.
  2. Si los tuyos se equivocan, los otros también, y a lo gordo. Los tuyos meten la pata, los otros hacen cosas malas, y además siguiendo una estrategia conspiratoria internacional.
  3. Tu partido no podrá gobernar sin pactar, lo sabes. Da igual. En términos electorales, lo que ocurra en dos meses es ciencia ficción. Di que tu partido para cumplir sus promesas necesita la mayoría.
  4. Cuando no sepas qué opinar sobre un tema, busca en Twitter a algún vocero de tu partido (es fácil, a las dos entradas ya queda claro quién le paga). En pocos minutos tus tuiteros, tu emisora favorita y tu web de cabecera opinarán lo mismo, y casi con las mismas palabras.
  5. No importa tanto estar pendiente de los líderes de tu partido, como de las posibles meteduras de pata de los del resto. Si dicen una chorrada, o si les trabuca la lengua ante un micrófono, vídeo al canto y memes por el wasap. Si manifiestan algo coherente, tildarles de hipócritas, o de copiotas. Hagan lo que hagan, leña al manzano.
  6. Nunca, nunca compartas ideas ni pensamientos de nadie que no posea el “sello de autenticidad” de tu partido. Ideas buenas las puede tener cualquiera, lo importante es que vengan de uno de los nuestros.
  7. En algún momento alguno de nuestros líderes puede equivocarse un poquillo. En esos casos, apelar a la presunción de inocencia y a las garantías que ofrece el sistema democrático. Unos cuantos daños colaterales son inevitables. Nunca, nunca hay que reconocer un error, que es lo que esperan nuestros enemigos para avanzar en sus posiciones.
  8. ¿Con qué pagamos nuestras promesas? ¡Será por dinero! Sigamos prometiendo todo, ya veremos de dónde sale. En todo caso, echarles la culpa a los ricos, aunque sin concretar mucho, o a los más pobres, sobre todo si son de fuera. El victimismo siempre funciona. En general, evitar el tema de los impuestos, porque todo el mundo piensa que paga muchos; justo lo contrario que hospitales, escuelas y carreteras, que siempre parecen pocos.
  9. Si estás desesperado y no logras que tu partido reluzca más que el sol, apela al corazón. Vale alguna anécdota o cita de tu abuela/o de tu padre/madre. Algo así como que “siempre recuerdo una frase de mi abuelo: hay que ser sobre todo una buena persona” (se sobreentiende que solo hay buenas personas de esas en tu partido, claro está). El toque de emoción es definitivo.
  10. Por último, si usted cree que va por libre y sin embargo se ha sentido identificado con varios de estos puntos, es muy posible que también sea militante, aun sin saberlo. No se preocupe, no está solo, nos pasa a muchos. Pero hay que trabajar a fondo para evitar que no se convierta en una epidemia.


sábado, 9 de marzo de 2019

Feria del manga

Hoy me he enterado de que hay bastantes pequeñas adolescentes vallisoletanas enamoradas de grupos de música surcoreanos que no me suenan de nada. Cosas que se aprenden en las ferias del manga, de chavales a medio hacer, soñadores y pelín desubicados. Y esa mezcla de olor a hamburguesa, caramelo, plástico y clase de instituto...







domingo, 3 de marzo de 2019

En el parque

Los plátanos siguen pelados y se ven los nidos, como marañas trabadas entre las ramas. Pero hace sol y la gente queda otra vez en el parque. En el montículo se reúnen los perros, y también los niños raros que se escapan de las zonas de juegos para esconderse entre los arbustos. Por el camino, un abuelo pasea a su nieta en la silla, y le repite un cuentecillo sobre un bebé que por fin deja el pañal, porque se ha hecho grande, y ya le toca jugar con los otros en el arenero.

Hay ganas de columpio, de subir a lo alto de la araña y de descalabrarse por el tobogán, y los padres también se quedan como atontados, despreocupados por un rato de sus hijos, que por fin están entretenidos sin la pantallita. “Tú cavas un hoyo junto a un árbol, y ahí lo metes, como un tesoro”, le dice el padre a un niño que se emperra en llevarse una piedra y una castaña de indias. “Que no es una culebra, que es un gusano”, dice otra. Y así.

El jardinero está recortando los setos, por hacer algo, porque el suelo está seco como una suela y no está claro que el semillado del césped y los pensamientos que se pongan ahora prosperen. Es una falsa primavera, pero los vecinos se escapan de casa y pasean igual, sea verdadera o de mentirijillas. En las canchas se concentran los chicos del barrio, los de menos de doce a primera hora, antes de que los adolescentes les fulminen con la mirada y les inviten a largarse. El futuro en torno a un balón, sudando por dentro, con caras muy rojas y manos muy frías, porque quieras que no estamos todavía en invierno; seco, pero invierno. Los que ya no van a ser Messi y siguen haciendo vida callejera se quedan a unos metros, sentados sobre los respaldos de los bancos, compartiendo móviles. Chicos y también chicas sin horario, que hablan alto, se enfadan entre ellos y se carcajean a partes iguales. Beben cola y energéticas baratas, y también otras cosas, que mezclan con cheetos y regalices. Son pequeños para el mundo grande que acecha fuera, aunque algunos ya han entrado en la nueva sala de apuestas, con el luminoso más brillante de todos los locales que rodean la plaza. Los chicos de barrio siguen en el parque de su niñez, mientras que los adolescentes más protegidos están en extraescolares, y se concentran en coger un pedo único el viernes o el sábado.

Junto a las mesas de madera en las que la chavalada celebra sus cumpleaños con botellones de Mercadona, hay un caminito reservado para los que van despacio, los más viejos del barrio, que tienen más miedo de caerse que de sentarse al lado de un porrero. Sus piernas torpes, sillas y muletas agradecen la planicie del sendero, y como una vez llegan no tienen prisa eligen bien los bancos. Estos días se sientan en los que da el sol, y con el calor se irán a los que corre el aire y con vistas a la avenida, por la que van y vienen gentes y coches pendientes del reloj.

Hay un tío de treinta en chándal con la gorra del revés, sentado despatarrado en un poyo. “5000 pavos me han jodido”, dice a alguien por el móvil. Unos pasos más allá, una quinceañera, preciosa, con ropa de verano, mira con ansiedad el wasap. Alguien no llega a tiempo, y cuando se vaya el sol, caerá de golpe el invierno en el parque. Pasa un señor con un perrillo, que se acerca a las zapatillas de la chica. Le disculpa el amo: “Es que quiere que le saluden. Cuánto le gusta que le acaricien, bueno, como a todos, ¿no?”.