jueves, 7 de junio de 2012

En proceso de restauración

Como al segoviano que saludas si le ves en otra provincia y le ignoras cuando te encuentras con él en Fernández Ladreda, llamé para interesarme por la salud de la Fuencisla, que desde marzo está aquí cerca, en un sanatorio de arte que está en Simancas. A Valladolid sólo vienen los segovianos por obligación –médicos, Junta, trabajo– y, de alguna forma, su patrona ha sido una más. Sus 77 centímetros de madera necesitan cuidados, por el torpe robo de principios de año y también por el paso de tiempo. Aunque no soy cofrade y me siento intrusa y no sé si proscrita en los templos (aunque la parábola del Hijo Pródigo es tan hermosa que me salva), siento alivio al saber que ya no tendrá que soportar los tornillos con los que sujetaban la corona. También me gustaría que, como a la Mona Lisa bis del Prado, la restauración le birlara la pátina de niebla y años y reluciera tal como fue concebida, con su sencilla túnica azul y con su pequeño desnudito bien agarrado a la cadera.

En domingo, el día en el que de niña mis padres me llevaban de visita al santuario, me acerqué a Simancas. Me costó encontrar la dirección, Calle Carretera 2. Bautizo conciso para la vieja carretera, que quedó en desuso cuando se hizo la autovía y que ahora está al servicio de los paseantes locales y de los matojos. A vuelta de una curva, empinado sobre la ladera, estaba el edificio, rodeado de verjas y con un par de banderas por todo adorno. La vigilancia es permanente, porque ya hace tiempo que la mayoría teme más ser delincuente que sacrílego, y aquí se restauran muchas piezas que algunos coleccionistas comprarían sin escrúpulos.

No sé si la Fuencisla se habrá dado cuenta de que enfrente de su celda están las ventanas de arco de la antigua escuela de Simancas, en la que tantos mayos niños le cantaron aquello de “con flores a porfía”. O de que a pocos metros parte la tierra el Duero, grande y bravo, explicando sin palabras que la vida siempre sigue. Yo la llevaría a ver esas cosas, a coger tréboles y sortear ortigas; pero no me dejan, porque está en tratamiento. Pregunto a dos de sus cuidadoras y me cuentan que todo va bien, que para final de verano regresará a su sitio. Que es cuestión de unas cuantas radiografías, láseres, espectroscopias, colorimetrías, rayos x o así, para que la patología sea identificada y perfectamente tratada. “Y además, es como una madonna pequeña y proporcionada, es preciosa”, comenta una de las restauradoras, y ese apunte cariñoso me deja más tranquila.

La Virgen volverá en septiembre, y los segovianos, si los ladrones y los estúpidos nos dejan, llegaremos también a septiembre. Ojalá también pudieran restaurarnos a todos, por dentro y por fuera, y salir a la calle tal y como nos concibieron, pecadores y con miedos, pero también con la confianza de que, a pesar de todo, las cosas mejorarán.


Nota: La imagen de la foto no es la Fuencisla, pertenece al stand del Centro de Restauración de Bienes Culturales que se mostraba en la reciente Feria ARPA. Pero sirve de referencia ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario