
Después, el nombre de Mildred es citado como ocasional compositora de himnos religiosos. Solo muchos años después, en 1959, firma en una revista local un curioso compendio de consejos para educar un hijo y, a partir de ahí, se diluye su nombre. Pero sus consejos que, contra lo habitual, no son ni obvios, ni crueles, ni ñoños, han sobrevivido a su autora. Hoy es fácil encontrarlos pirateados, con pocas variaciones, cuando hablan sobre la crianza de los niños.

1. No me estropees. Sé bien que no debo tener todo lo que pido.
2. No tengas miedo de ser firme conmigo. Me hace sentir más seguro.
3. No me dejes formar malos hábitos. Tengo que confiar en ti para detectarlos en etapas tempranas.
4. No me hagas sentir más pequeño de lo que soy.
5. No me corrijas delante de la gente. Haré más caso si hablas tranquilamente conmigo en privado.
6. No me hagas sentir que mis errores son pecados. Debilita mi sentido del valor.
7. No me protejas de las consecuencias. A veces necesito aprender de forma dolorosa.
8. No te molestes mucho cuando digo “Te odio”. No es a ti a quien odio, es a tu poder de frustrarme.
9. No hagas demasiado caso de mis pequeñas dolencias. A veces necesito llamar la atención.
10. No me riñas continuamente. Tendré que protegerme haciéndome el sordo.
11. No hagas promesas precipitadas. Me siento muy mal cuando las rompes.
12. No olvides que no puedo explicarme tan bien como quisiera. Por eso no siempre soy preciso.
13. No fuerces mi honestidad. Me asusta decir mentiras.
14. No seas incoherente. Eso me confunde y me hace perder la fe en ti.
15. No te desanimes cuando hago preguntas. Si lo haces dejaré de preguntar y buscaré la información en otro lugar.
16. No digas que mis miedos son tontos. Son terriblemente reales, y puedes hacer mucho para tranquilizarme si me tratas de entender.
17. Nunca sugieras que eres perfecto o infalible. El impacto es muy grande cuando descubro que no eres ni lo uno, ni lo otro.
Y estos son, para quien le puedan interesar, los 17 puntos que pensó y escribió un día de 1959 una mujer con nombre, E. Mildred Neville, no un “autor desconocido”, como puede leerse en tantos sitios.