
Del Amo, que de joven había militado en el PCE y durante la
guerra rodó algún documental de propaganda republicana -por lo que pasó por la
cárcel-, comienza el libro con una auto entrevista en la que trata de
justificar esas contradicciones creativas de su existencia. “Sí, soy culpable.
Hago cine comercial porque no me siento un héroe, sino simplemente un ser
humano. Pero tener, lectores, en cuenta, que a veces lo que hacemos mal, en
contra de nuestro gusto, no es siempre estéril, porque gracias a ello, nosotros
mismos, u otros, podemos hacer bien”.
A los nuevos talentos del cine, les aconseja ver El
Acorazado Potemkin, Paisà, Ladrón de bicicletas, Amanecer, Chaplin, Capra,
Lubitsch… Sobre las condiciones que debe poseer un director, destaca: “La primera,
la energía suficiente. Es la batalla más dramática de todas”.

Después de la lectura, reparo en la dedicatoria del
ejemplar, uno de los enviados en las navidades de 1961. “A Valeriano Andrés, quien
bien le quiere y le quiso. Con abrazos, A. del Amo”. Se llevaban diez años,
pero casi al principio de sus carreras en el cine coincidieron en algún proyecto,
y se ve que mantuvieron la relación. Valeriano de Andrés, “un hombre vulgaris,
grupo primero”, así le describían en una sus películas. Un gran secundario, un superviviente
con una larga carrera “contradictoria”, como son la mayoría, que en sus últimos
años hasta puso voz a Herman Munster en la serie que emitió La Bola de Cristal.
Este libro que tengo pasó alguna vez por las manos de aquellos dos amigos.
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