Tengo un señor mayor a mi lado. No se mueve. Está mirando fijamente cómo se estrella el Esgueva contra el Pisuerga. Pienso cosas sobre él. Podría decirle algo, pero el salto de agua habla más fuerte. Dudo y espero, observando yo también la cascada. De pronto el viento frío trae un golpe de humo: acaba de encenderse un puro. Buen sitio.
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