martes, 28 de febrero de 2023

Adiós al Corte Inglés



Esta tarde, alguien ha cambiado por última vez el rollo de secarse las manos en el lavabo del Corte Inglés de Constitución. Alguien ha doblado por última vez una pila de jerséis, revueltos por una señora que apuraba las rebajas. Esta noche bajarán la persiana y dentro quedarán los vigilantes, custodiando los objetos que nadie comprará mañana.


El primer sitio que visité de Valladolid fue Galerías Preciados. Compré con mis ahorros un vestido de cuadraditos azules y cuello redondo con puntilla, al estilo de la casa de la pradera, que era lo que se llevaba. Me gustó desde el principio un sitio donde podía tocar las cosas y, en silencio, encajarlas en mi imaginación. A veces comprarlas, y otras muchas no, sin un mostrador de por medio ni nadie que te pidiera cuentas. Quince años después, cuando empecé a trabajar aquí, había dos ‘Cortes Ingleses’. Terminaba el verano, y en los periódicos las tiendas pequeñas criticaban que los grandes almacenes abrieran por la tarde en la semana de San Mateo, cuando la tradición era cerrar. Ahora esas peleas entre gran almacén y pequeña tienda parecen de broma, comparadas con la presión absoluta e impersonal de las ventas on line.

Dice alguien que conozco que sólo son ciudades las que tienen Corte Inglés, o sea como mucho dos o tres en toda la región. No es así, pero entiendo lo que quiere decir. Esas puertas abiertas para pasear en llano cuando hace frío, o para no desmayarte cuando caen 35° en la calle, son un mini mundo para muchas personas que no tienen tan fácil recorrer tiendas ni hacer pedidos por internet. Para mí fueron un mini mundo cuando mis hijos eran bebés y pasaba las tardes tontas dando vueltas por la planta juguetes.
Lo siento por las empleadas y empleados, porque pese a los malos ratos sentirán la pérdida; lo siento por los vecinos del centro, que hacían sus compras allí. Lo siento por mí, que hace pocos días disfrute por última vez de la vista fantástica de la cafetería de la última planta. Dicen que pondrán un restaurante, pero ya no costará sólo el precio de un café pasar el tiempo flotando por encima de los tejados del centro de Valladolid. Adiós a la pared de Rumasa, adiós al Corte Inglés de Constitución.

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