A la vuelta de la esquina están las elecciones municipales,
y ya no sabrás si la noticia que abre el informativo es verdad, casi verdad o
casi mentira, ni mucho menos por qué justo aparece ese día. La carrera para
fichar candidatos ha empezado. Encontrar candidato, o sea, alguien que quiera y
pueda serlo, no es fácil. Alguien que no se eche para atrás de partida, y que
esté convencido de embarcarse en la hazaña de gobernar, o la mayor aún de
permanecer en la oposición. Porque la historia está llena de candidatos que ya
salieron desganados de partida; esos que cuando les preguntan que por qué se
presentan se cuadran y contestan “yo estoy a disposición del partido”. Y así no
se puede ni ganar elecciones, ni ir a la vuelta a la esquina.
Hace unos pocos años, el querido Luis Barcenilla, que fuera jefe de Comunicación de Juan José Lucas, organizaba cursos sobre líderes y portavoces políticos, en los que básicamente se hablaba de cómo ganar elecciones. Coincidieron en uno de ellos Oscar López y Miguel Ángel Rodríguez. Por entonces López era secretario y candidato del partido socialista a la Junta. Recuerdo una ponencia entusiasta sobre la campaña que llevó a la Casablanca a Obama con su “Yes, we can”, en la que los mensajes de texto y Facebook jugaron por primera vez un papel importante en la victoria. Por su parte, Rodríguez acudía entonces a la Universidad Miguel de Cervantes, donde se celebran las jornadas, con un currículo repleto de ex: ex portavoz del gobierno de José María Aznar, ex director de Comunicación del PP, ex secretario de Estado de Comunicación. Parecía que sus años dulces habían terminado. Pero Barcenilla, que era muy listo y siempre permanecía en la retaguardia, me dijo. “Miguel Ángel sabe”.
El verano anterior a la campaña electoral de 2011, Óscar
López hizo un recorrido en bicicleta por varios pueblos de Castilla y León, en
una inédita campaña de imagen. Se movía en Facebook cuando no lo hacía casi
nadie, subía canciones de U2... Todo sonaba a nuevo en una región que ya
llevaba años gobernada por el Partido Popular. Pero no funcionó, por muy
modélica y moderna que fuera la campaña no conectó con los electores de
Castilla León. En las últimas elecciones del dulce bipartidismo, con solo un
escaño simbólico para Izquierda Unida y otro para UPL, el PP fortaleció su
hegemonía. Quizás era demasiado pronto para esa campaña: si metes prisa hacia
un camino nuevo, tienes que mirar quién te sigue. Es como los rulos del pelo:
te puede parecer que están pasados de moda y que nadie los usa, pero se siguen
vendiendo.
En ese momento también parecía que Oscar López estaba en
horas bajas, pero siguió su camino y hoy por hoy es el hombre fuerte en el
gabinete de Pedro Sánchez. De Miguel Ángel Rodríguez, soporte esencial de
Isabel Díaz Ayuso, poco más se puede decir que, como resumía Barcenilla, “sabe”.
Me acuerdo que el curioso título de la ponencia de Rodríguez fue “Portavoces de
Gobierno: periodistas o políticos. ¿A los periodistas les falta corazón para
ser políticos?”. No recuerdo lo que dijo ese día, aunque puede que haya
cambiado de opinión, porque curiosamente la presidenta de la comunidad de
Madrid es periodista de formación. No creo que los corazones falten más en unas
profesiones que en otras. Puede que Rodríguez se refiriera a que los periodistas,
por lo menos antes, estábamos obligados a mantener cierta equidistancia alejada
de las pasiones pasajeras, que a veces puede parecer frialdad y, en los peores
casos, cinismo. Claro que eso era antes, ahora las tertulias de periodistas
están tan encendidas o casi tanto como los parlamentos.
En cuatro días escucharemos las voces cruzadas de los
candidatos a las alcaldías, con la de capital como joya de la corona. Yo no sé
si hay que desear que tengan más corazón o más cerebro, porque a veces el corazón
justifica crueldades que la templanza evitaría. Estaría muy bien que quienes se
presente quieran hacerlo por mejorar su ciudad o pueblo, y no solo para cumplir
el expediente y sumar puntos para la próxima estación que decida su partido. Dada
la efervescencia de la vida política actual, difícilmente habrá consenso para
que un solo alcalde del siglo veintiuno tenga una calle, como Miguel Íscar. En pocos
años serán olvidados, salvo por aquellos a los que hagan algún bien. En
campaña, que no se fíen tanto de los asesores. Que paseen por los barrios donde
no viven y conversen con quien no suelan hablar, tratando de comprender cómo
palpita la ciudad.
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