En Valladolid, la tienda favorita de Charlie, el de la fábrica de chuches de la película de Tim Burton, está en García Lesmes, una travesía que sale de la calle Panaderos. Es un local como el de los ultramarinos de antes, con sencillas estanterías metálicas y un mostrador de madera, que tiene en la trastienda el obrador donde confeccionan la mercancía. Hay martillos y chupetes de caramelo de fresa, pirulís recubiertos de oblea, piruletas grandes, supergrandes y gigantes y todo tipo de caramelos clásicos y contundentes, para bocas infantiles con hambre.
En las bolsas de plástico pone “Caramelos Jeyma” (¿a qué confortable barra de bar me recuerda este nombre?), aunque a todos los efectos el autor del prodigio es Jesús Pedrosa, que hace cada jornada cientos de caramelos que son vendidos en esta pequeña tienda que huele tan bien, pero también en muchos otros sitios. Estos días, por ejemplo, está preparando un pedido para los tenderetes que montan en muchos pueblos el día de las águedas.
Dentro de unos meses Jesús cumple la edad reglamentaria de jubilación, y con él se acabará el dulce negocio. Yo estoy pensando en llevar a mis niños de excursión a ver su tienda, para que no se crean que los caramelos los hace Haribo, ese osito trepa que desde hace unos pocos años nos inunda con sus gominolas de importación.
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