
He sentido lo mismo que entonces abriendo esta “sorpresa” frutera, que contenía ocho ¿pimientos? ¿calabacines? y dos cestos desmontados. Observo que me gusta más el sobre sin abrir que abierto. Leo la vuelta: “No tires este sobre. Envía 10 sobre vacíos diferentes y te enviarán un magnífico regalo”. Creo que nunca me había fijado en ese detalle, tal vez porque cuando era niña no valoraba tanto como ahora la belleza del sobre, que seguramente tiraba nada más abrirlo.
Pienso en las cosas que tienen mejor pinta cerradas que abiertas. Claro que también podría cumplirse la ley a la inversa: cosas que parecen peor de lo que en realidad son. Lo segundo me parece más estimulante.
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