lunes, 22 de febrero de 2021

La paguita

 La tarde está oscura y lluviosa, y por poco me choco con la única mujer que pasa por la calle, una calle estrecha del centro de Valladolid. Es joven, morena y menuda. Lleva un anorak cualquiera y el pelo recogido. Me habla. Podía apretar el paso, pero freno, quizás porque en este año de distancias valoro más que se acerque alguien. Habla muy bajo, y entre la mascarilla y la capucha me cuesta entender lo que dice. Que si por favor, que si es solo un momento, que lo siente mucho. Que tiene un bebé de cinco meses. Le advierto que dinero no, que si quiere le compro algo. Leche maternizada, contesta, de farmacia. No sé si me dice la verdad al cien o al cincuenta por ciento, pero la leche de bebé es para un bebé, eso seguro. Así que buscamos una farmacia. A cinco minutos hay una, pero no tienen la marca que su bebé necesita. Es un poco incómodo ir juntas dos desconocidas, pero ya que estamos vamos a buscar otra farmacia, a diez minutos andando. Ella sigue disculpándose, hilando frases inconexas.

Que pasó por un piso de mujeres maltratadas. Que pudo trabajar unos meses, que se le acabó el paro, que está sola con sus dos hijas —tiene otra de cinco años—. Que en el banco de alimentos le dan macarrones, leche, latas de tomate. Que Cáritas pagó el último recibo de la luz. Que otra mujer le ha comprado un paquete de pañales. Que una vecina le cuida a las niñas cuando ella sale, que es una vecina muy buena y le pagó a su hija mayor un libro que necesitaba para el colegio. Que cuando se acuesta, no sabe qué pasará el día siguiente.

Le pregunto que si ha pedido el ingreso mínimo vital. Que sí, pero que todavía no ha llegado. Que con dos niños le corresponderían 800 euros, que con eso podrían vivir las tres, y salir de este pozo. Que la niña mayor le pide yogures y que no puede comprarlos. Que la marca de la leche de iniciación es cara, pero que es la única que le sienta bien a la pequeña. Le contesto que lo entiendo, que yo también tuve bebés, y solo una leche les venía bien, y solo una marca de pañales no les enrojecía la cintura.

Se lleva la bolsita con la lata de leche. Me comenta que, si quiero, me hace a cambio unas horas de limpieza. No, no, no hace falta, así está bien. Se marcha, con un bote que le durará una semana y media. Dos niñas, ¡son tantas cosas las necesarias! Mañana vuelta a las colas, vuelta a pedir lo necesario para seguir un día más. Con ese hilo de voz, con los cien por favor y gracias. Con un poco de suerte, regresando a casa con tres o cuatro cosas en la bolsa de plástico, como la mamá pájaro que vuelve al atardecer con los polluelos al nido. Ojalá tengan buena noche las tres. Y que mañana lleguen los ochocientos euros.

 

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