lunes, 11 de septiembre de 2023

Del sociólogo al psicólogo

Más o menos cuando Alfonso Guerra pronóstico que a España en poco tiempo no la iba a conocer ni la madre que la parió, Amando de Miguel se convirtió en el sociólogo de cabecera de la Transición. Los compañeros de profesión desdeñaban el perfil claramente mediático de este zamorano que, dicen, que fue el primero que puso en su puerta “Sociólogo”, como otros ponían “Notario” o “Cardiólogo”. Los españoles se preguntaban quiénes eran por primera vez, tras décadas de tratar de ser lo que el relato oficial dictaminaba que eran. Y se adaptaron rápidamente. El referéndum del 78 sorprendió que transcurriera sin incidentes, y con una participación mucho más baja que la de los escasos plebiscitos franquistas. De Miguel dijo que esa tranquilidad y hasta pasividad era la prueba de que los españoles habían entrado de lleno en la democracia.

España, marca registrada, Autobiografía de los españoles, Los españoles…. Los títulos de sus ensayos dejaban claro su contenido. Con su equipo, periódicamente lanzaba informes sobre la sociedad española, y él mismo ofrecía un rápido análisis sobre casi cualquier tema que los medios propusieran. Cuando se habla mucho se dice de todo, obviedades fijo, pero también análisis certeros. Hace treinta años ya apuntaba el zamorano que las relaciones políticas y religiosas iban perdiendo fuelle frente a la prevalencia de la vida personal. Decía que éxito, enriquecimiento rápido e intimidad eran los valores más estimados por los españoles, y no ha cambiado mucho, aunque hoy, con el móvil, más que íntimos estamos sobreexpuestos.

Ahora España no tiene sociólogo de cabecera, aunque sí encuestólogos. Puede que no convenga reconocer que los españoles como colectivo tengamos algo en común, que digo yo que en alguna cosa coincidiremos, aunque sea solo por siglos de roce y ver First Dates. Las encuestas nos preguntan por nuestros gustos, pero más que nada para buscar pistas sobre a quién o contra quién votaremos. Un sociólogo que escribiera hoy de lo que piensan o sienten los españoles sería catalogado de rancio, mientras que se encumbra a cualquiera que indague en alguna minucia de nuestro pasado que nos diferencie de los del pueblo de al lado. Ahora, si los medios buscan análisis de contexto, llaman a un psicólogo. Los psicólogos se han convertido en el comodín de todas las noticias, pequeñas y grandes. ¿La vuelta al cole? Pregunte al psicólogo. ¿Suben los precios? Psicólogo al canto. ¿Hace calor? Que nos diga cómo sentirnos frescos.

Sí, todo está en la mente, a veces hace daño de manera muy cruel, y entonces su apoyo es muy valioso. Pero me parece sospechoso que algunos parezcan más interesados en medicarnos para que aguantemos que en solucionar los problemas de todos, los comunes, esos de los que solían hablar los olvidados sociólogos. Quizás los políticos, y nosotros un poco, nos hayamos rendido y nos conformemos con cambiar el color del cristal con el que mirar las cosas. Recuerdo una frase hortera que escribían en las puertas de los baños del instituto: si de noche lloras por el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas. Pues eso, que con Puigdemont vamos a ver las estrellas.

De Miguel decía que los españoles somos pesimistas, salvo para los juegos de azar, ahí somos creyentes absolutos en la microscópica posibilidad de hacernos ricos. Yo creo que tanto en lo cenizos como en lo crédulos se cimenta buena parte de nuestra identidad común, de Este a Oeste del país. Una encuesta bien hecha podría probar esas cosas compartidas, en vez de insistir en lo especialitos que somos cada uno. Pero, ¿quién va a creer hoy en los datos, cuando algunos no creen ni en los grados que marca su propio termómetro?

En 1972 le preguntaron a Amando de Miguel que por qué se había hecho sociólogo. Contestó que para comprender su propio proceso de movilidad social. Porque uno no es solo uno, si no también su circunstancia. La circunstancia suele ser compartida con bastantes más -incluso algunos del Ampurdán, o del Bierzo- y, tal vez, pueda ser cambiada. No solo por ti, sino también por tus compañeros.

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