miércoles, 11 de agosto de 2010

Nicolás en Olmedo

Nick Clegg, el nuevo vicepresidente inglés, es un señor muy raro. Para poder escapar de la política se viene cada verano con la familia política, que mira por dónde es de Olmedo. Y ahí llega lo más raro de todo, que pasa quince días de agosto en el pueblo. Va al bar de al lado a tomar zumo, café con leche y tostadas, juega el frontenis, pasea por la ribera del río en bermudas y se baña en la piscina, cosas todas ellas de lo más estrambóticas.

Otra declaración que ha chocado es que le encanta comer jamón serrano y tortilla de patatas, en concreto la que cocina su suegra. Claro que en otros medios dicen que lo que de verdad le gustan son las croquetas. Se ve que las rarezas le vienen de lejos, porque incluso tuvo la ocurrencia de casarse en Olmedo, llevar a toda la parentela –incluida la británica– a comer a Segovia y aguantar hasta la madrugada de parranda: se cuenta que incluso coronaron la fiesta tomando chocolate con churros.

Como es liberal-demócrata, o sea, que ni le tienen manía en el PP ni en el PSOE, creo que Clegg tiene grandes posibilidades de convertirse en hijo adoptivo de esta tierra, a pesar de que un día dijo que no traga las corridas de toros. Eso, si el pobre hombre sigue viniendo otro año, porque con tanto fotógrafo molestando igual dice su suegra que es ella la que se va de vacaciones a Londres.

Sería una gran pérdida, porque Nicolás Guillermo Pedro Clegg, Nick para los amigos, es bueno para nuestro complejo de inferioridad. Si le gustan nuestra comida, nuestros pueblos y hasta nuestras suegras, es que las cosas no nos van tan mal.

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