lunes, 11 de marzo de 2024

Los ojos, el alma y la bolsa de oro

A cambio de una bolsa que proporcionaba infinitas monedas de oro, Peter Schlemihl regaló su sombra. ¿Qué valía una sombra, al lado de la riqueza, contante y sonante? Pero al hombre que se la cedió no le pareció un botín pequeño. Tras recoger y plegar cuidadosamente la sombra, se la metió en el bolsillo y se fue. Peter no tardó en darse cuenta de que su vida había cambiado para siempre, que todos se alejarían de un hombre sin sombra, hasta su amada. Despojado de eso que no valía nada, pero le hacía humano, tuvo que conformarse con vivir en soledad, y salir de su guarida solo en noches cerradas.

Dicen que Adelbert von Chamisso -botánico, zoólogo, militar, poeta romántico-, escribió este cuento para entretener a los niños de un amigo. El argumento se aproxima a otros relatos clásicos, desde ese Rey Midas que acaba transformando en oro a su propia hija, a la niña que entregó su alma a cambio de que un acueducto acercara el agua hasta la parte alta de Segovia. Al otro lado del deseo está siempre el Diablo, dispuesto a ofrecer su catálogo a cambio de lo que no sabemos siquiera que tenemos… hasta que lo perdemos.

Si existe, como algunos esperamos, el alma, ¿estará en el cerebro, en el corazón? Dicen que los ojos son su espejo, y puede que sea eso lo que escudriñaban con esas esferas metálicas con las que han estado escaneando los iris de cientos de vallisoletanos hasta hace unos pocos días en Río Shopping. A cambio, han recibido otro intangible, unas 80 criptodivisas.  Apuntan que el iris es el rasgo biométrico más preciso, por lo que con su grabación pueden suplantar tu identidad fácilmente, mucho más que con una foto, nombres o números. Calculaban que, desde mediados de diciembre, han estado registrando cada día unos 130 pares de ojos, ojos de Valladolid, y también de provincias limítrofes, que acuden al gran templo de reunión, de consumo y ocio que es hoy un centro comercial.

Hablo en pasado porque, hace pocos días, la Agencia Española de Protección de Datos ha bloqueado durante al menos tres meses las fotografías del iris. El problema, como siempre, es cómo se utilizarán esos datos: por ejemplo, si se emplean para seleccionar o bloquear tu acceso a lugares o servicios. La empresa argumenta justo lo contrario, que es un primer caso para diferenciar a los humanos de los que no lo son y “crear una red financiera y de identidad global basada en pruebas de personalidad”. Su eslogan es “La economía mundial pertenece a todos”. Pero a unos más que a otros, respondería Orwell.

Puede que éste sea un proceso imparable, y que todos los iris acaben recogidos, pero no por una empresa privada, sino en nuestros DNI digitales. Sorprende la docilidad con la que las personas nos entregamos al escaneo de lo más personal que tenemos, a cambio de apenas nada. También revela que nos entregamos entre indefensos y rendidos a la digitalización. La mayoría no comprendemos bien las consecuencias de los datos que entregamos, y nos conformamos con ir pasando pantallas. Hoy por hoy, somos capaces de no abrir la puerta al vecino y por el contrario dejar pasar a un equipo de la NASA que nos asegure que hemos sido elegidos por sorteo para formar parte del próximo lanzamiento a la Estación Espacial Internacional. Y hasta de acompañarlos con la escafandra puesta.

Como Peter, los cientos de personas que estas semanas abrieron bien sus ojos para que les perteneciera un pedacito de la economía mundial, lo hicieron libremente, aceptando las condiciones que les marcaron. La libertad tiene ese componente, que a veces nos damos cuenta tarde de que ojalá nos hubieran protegido de nosotros mismos, para poder seguir siendo libres. Hay algo poético en que esos ojos que llevamos como si nada sean irreproducibles. Que nuestra pupila tenga una forma única de cerrarse cuando tienes miedo, o cuando te atrae alguien. “Si es que quieres vivir entre los hombres, amigo mío, aprende en primer lugar a estimar tu sombra, y después el oro”, eso decía Peter Schemihl que, por cierto, murió sin sombra, porque el único modo de recuperarla hubiera sido entregando su alma a cambio, y a eso se negó en redondo.

 

 

 

 

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