Luego llegó la libreta granate, los chachicajeros, las tarjetas, las baterías de cocina para incentivar los plazos fijos, las promociones de viviendas y, en fin, todo lo demás. Pero yo me he resistido a abandonar a mi Caja. En los años que llevo en Valladolid, siempre he encontrado reconfortante acercarme a la sucursal de Duque de la Victoria, a la vuelta de la Plaza Mayor, aguardar la cola preguntándome si los otros clientes serían como yo segovianos fuera de órbita, y entretenerme mirando folletos con fotos evocadoras de la tierra. Sólo por sacar la tarjeta con el acueducto o la catedral y observar a las cajeras del súper mirándote una milésima de segundo más de lo normal por tan chauvinista credencial me ha merecido la pena seguir en mi Caja. Bueno, y también porque sus empleados siempre me han parecido bastante majetes.
Todo el proceso de las fusiones de las cajas ha resultado bastante irritante, porque es imposible leer las informaciones que citan a Segovia como si nada tuvieran que ver contigo. ¿Es mejor o peor esta última carta, la del oso verde de Madrid, que “H” y “B”? Me faltan datos para averiguarlo y, vistos los bandazos de los últimos meses, me pregunto si alguien puede responder a esa pregunta con precisión, aunque se agradecería que al menos lo intentaran.
Yo, si fuera Herrera o López, también me enfadaría si la gente de mi partido, la gente que he querido o más bien permitido que lo represente en los consejos de las cajas, me ignora. No sé si son cacicadas y si les han prometido a estos díscolos un palco bien ventilado en el hipódromo de la Zarzuela: son los partidos los que tienen que resolver sus incongruencias. A mí, si fuera Herrera o López, lo que de verdad me preocuparía es que la mayor parte de los ciudadanos de Segovia –y de Ávila, y de otras provincias que no han tenido la oportunidad de quebrar las reglas– no logren creerse que lo que sea mejor para Castilla y León, o más bien lo que creen mejor los responsables de los principales partidos de la región, pueda ser lo mejor para ellos. Eso sí que me quitaría el sueño: que en este proceso se haya desgastado más el ya delgadísimo sentimiento regional y que a miles de ciudadanos con modestas libreta de ahorro hayan sentido ganas de meter su dinero debajo del colchón.