lunes, 19 de junio de 2023

Los maceros y el señor con traje

En las fotografías, junto a los maceros hay un señor con traje, que es el nuevo alcalde de Valladolid. Los maceros están para dejar claro dónde reside el poder. El bastón de mando va pasando de mano en mano, con los impulsos a veces espasmódicos de los votos. Cambian los señores con traje, pero los heraldos permanecen, con su tabardo morado, sus calzones negros, su pluma en la gorra y sus seis kilos de maza. No saludan al respetable, ni hacen reverencias; mantienen siempre el mismo trato y actitud, sea rey o reo. A efectos de la noticia, son invisibles.

El convenio del personal municipal prevé una pequeña gratificación para los ordenanzas que dedican unas horas extras a tan peculiar representación. Parecen los únicos disfrazados, pero son de los poquísimos que no lo están; sus mentes están ocupadas en su digna tarea, y no repletas de ambición o decepción, como las de los miembros de la corporación. Para los ediles ha pasado un siglo desde el domingo electoral, y sin embargo es solo un respiro para el macero, que desde el Medievo anota con letra clara sus apariciones en el libro de la historia.

La brega electoral recuerda a un escrito de Chesterton, sobre un grupo que presiona para que desaparezca un farol. Aunque un monje pide que primero se considere el valor de la luz, la masa, ciega de ira, derriba el farol. Unos porque querían otro tipo de luz, otros por quedarse con la chatarra, unos pocos porque deseaban oscuridad para esconder sus actos, algunos sólo por destruir algo… Pasado el ofuscamiento y ya demasiado tarde, se dan cuenta de que el fraile tenía razón, que lo importante era tener luz.

Son los maceros José Luis y Olga, no Feijoó ni Abascal, quienes validan al nuevo alcalde y le sitúan en su renglón de la historia, que puede ser memorable o un desastre. Lógico que a Carnero le dé vértigo. Reservarse un hueco en el parquin del Senado puede obedecer a un desmedido afán ahorrativo, sí, pero también ser un salvavidas por si sucumbe de una sobredosis de “vamos a llevarnos bien”.

Pero a los trabajos, sea alcalde o jornalero, uno entra para gastarse y desgastarse, si es el caso. El reto mayor del gobierno, y también en su medida de la oposición, es que en Valladolid el aire no se vuelva irrespirable, en todos los sentidos. Pueden mejorar nuestra vida, o hacernos la vida imposible, ya se verá. Los maceros saben que la historia es un relevo permanente. Pero los vecinos, que no somos inmortales, necesitamos luz, agua y aire cada día.

 

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