martes, 19 de octubre de 2010

Parking arqueológico

Este verano hicieron un boquete en el suelo de la calle que veo desde la ventana del trabajo. No es la primera vez que abren, remueven y vuelven a cerrar el mismo sitio. Lo que me sorprende como segoviana es la velocidad a la que lo hacen (en un par de días está listo), porque en Valladolid no es normal que metas el taladro y aparezca un cráneo medieval y un pedazo de botijo romano tardío, que obligan al personal a ponerse meticuloso, vigilado por arqueólogos municipales, periodistas y curiosos sin oficio ni beneficio.

La excepción ha surgido en los alrededores de la iglesia de La Antigua, donde empezaron a excavar hace tres años para hacer un aparcamiento subterráneo. Allí se han topado con restos de un palacete del siglo XV y también de asentamientos anteriores, incluido un hipocaustum, un sistema de calefacción de esos listos, los romanos, que se largaron dejando el imperio sin recoger, y todavía estamos ordenando las piezas. Por cierto, ¿qué dicen los periódicos en Roma cuando instalando las líneas de ADSL se encuentran con material de este tipo? No creo que venda mucho titular allí: “Encontrados restos romanos”.

Otra cosa interesante para un segoviano es comprobar, a base de pedruscos, que Valladolid no nació con la llegada de Cervantes o para aplaudir a la Santa Inquisición. Porque hay que admitir que los segovianos albergamos la ilusión de que la antigüedad nació entre el Eresma y el Clamores, y que Madrid y Valladolid no son más que suburbios crecidos a base de soberbia. Pues no, también estuvieron en Pucela los celtas (todavía queda un grupo de estos aborígenes, liderado por un cantante calvo) y los omnipresentes romanos. Si van al museo provincial, en Fabio Nelly, pueden ver un busto de un señor romano de un pueblo de Valladolid, concretamente de Medina de Rioseco, que para mí es como el Adán de la zona, porque he visto a mucha gente por el Paseo Zorrilla que se le parece.

Del yacimiento de La Antigua, lo que más me ha sorprendido es la solución “sostenible” que le han dado al problema de compatibilizar la construcción del aparcamiento y la conservación de estos pedazos de historia. La idea es que cuando dejes el coche puedas de paso echar un vistazo a los restos del patio renacentista, que dejarán descubiertos, protegidos por un cristal. Suena bastante raro unir arqueología y tubos de escape, pero supongo los expertos saben más que yo. Queda por saber si se podrá visitar la excavación sin pagar el correspondiente ticket.



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