Las cigüeñas celebran dos veces el Día del Año: cuando migran al sur y cuando migran al norte. Decir que vuelven a casa es una suposición, porque no sabemos si sienten que su hogar está en Castilla o bien en algún lugar de África. Dicen que ya solo las jóvenes siguen marchando al Sahel, solo por instinto, porque aquí ya no hace tanto frío, ni faltan vertederos para proveerse. Su cambio climático fue precursor del nuestro. Con todo, siguen abandonando el nido, aunque ya no se vayan tan lejos, ni esperen a San Blas para regresar. En Navidad, pese a las heladas, ya había alguna sobrevolando los campanarios de Segovia en busca de alquiler disponible. Las cigüeñas deben cambiar de calendario dos veces al año, y el termómetro les importa lo justo. La fuerza de la costumbre es más poderosa.
Para
estrenar año, el resto esperamos a que se complete la estela de la traslación
del planeta, que por ahora solo Superman ha logrado doblegar. Todos los humanos
estrenamos año a la vez, con 24 horas de
diferencia. Estrenamos año bajo las balas, bajo las bombas, a 30 bajo cero en
la tundra o en el desierto de calor y hambre del Chad. Empieza 2024. El año
pasado quedó atrás, gastado y macilento; fue un puro desastre, aunque seguimos
vivos. Siempre hubo problemas, aunque la nostalgia sea el cloroformo nacional. Demasiado
sabemos que no hay otra cosa que el presente, y por puro pánico nos contamos
historias de un pasado que, aunque difícil, ya ha sido superado. Desde hoy se
abre un camino por recorrer, o un tramo más del ya emprendido. Si te has despertado
de madrugada, como si tocara trabajar, el camino parece la pared del rocódromo
de las Norias, es el K2, y tú vas descalzo. O el camino ni se ve, y tú estás en
el islote del Palero, con el río crecido hasta donde se pierde el horizonte.
Luego, tras el café, el cuerpo se despereza como el día, como pasó los
cincuenta y tantos días de Año Nuevo que ya viviste, y andas sin más, por
instinto, como las cigüeñas.
Con el
desafío de todo un año por delante, en las casas se respira pereza y en las
calles silencio. En Valladolid, en la Tierra de Campos, al año nuevo lo llaman,
como los franceses, ‘el Día del Año’. El enigma a resolver es cuál de los 365
restantes de este 2024 será nuestro verdadero ‘día del año’, el que quedará
apuntado en nuestro calendario personal. ¿Llegará en marzo, en septiembre? Puede
ser un día extraordinario y feliz, o quizás uno en el que pierdes algo, o a
alguien, muy querido. Y entonces prefieres que todos los días sean iguales,
rutinarios a más no poder. No por cobardía, sino por prudencia: tampoco
Robinson buscó el naufragio, aunque una vez en la isla se multiplicaran su
arrojo y destrezas. Habrá gente, de todo hay, que empiece el año apostando
fuerte. Yo también fui bruja de Nochevieja, me puse un lazo rojo y quemé la
lista de errores del pasado para empezar el folio en blanco. Con el tiempo, te
conviertes en el actor con vocación de secundario de El Viaje a ninguna parte, que no quiere que se le vea demasiado en
ningún plano de la película, para no hacerse notar y que no dejen de
contratarle.
Como para
afrontar grandes gestas lo mejor es ir ligero de equipaje, conviene que la
lista de propósitos para el nuevo año sea pequeña. Si no se consigue progresar
adecuadamente en los próximos meses, queda septiembre, con su lista de
propósitos para el nuevo curso. Como las cigüeñas, nosotros también tenemos
cada año, al menos, dos oportunidades de volver a empezar. Lo demás es travesía.
Karen Blixen citaba este viejo poema de amor inglés, que es como una bendición
para el nuevo año: “Dondequiera que vayas, frescos vientos suavizarán el claro
/ los árboles se juntarán para sombrear el lugar donde te sientes”. Ella no
olvidó África, pero estaba convencida de que somos capaces de crear un hogar y
un mundo, en cualquier lugar y circunstancia.
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